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Sunday, October 21, 2012

LA FALTA DE RUMBO DE LA POLITICA EUROPEA






Probablemente Jürgen Habermas ha sido uno de los más certeros analistas de los problemas europeos desde antes incluso de la detonación de la presente crisis.Sus planteamientos alternativos son a la vez exigentes y claros y ponen de relieve que básicamente hay dos dinámicas en curso.La primera, a la que estamos asistiendo, es, como pone de relieve en su último libro, "un tipo de federalismo ejecutivo en el que un Consejo Europeo de los 17 -que se faculta a sí mismo- proporcionaría el marco para un ejercicio post-democrático de la autoridad política".Frente a él, la oposición de los defensores del Estado nación (incluso de los nuevos Estados nación) y de un Estado federal europeo.

Habermas sostiene que el Estado nación no sirve-responde a un estadio superado del sistema internacional- y que el modelo de Estado federal es equivocado para la democracia transnacional europea.En su lugar, propone que el error de diseño europeo exige una revisión del Tratado basada en los dos sujetos fundadores y constituyentes: los ciudadanos y los pueblos de Europa.Democracia transnacional frente a federalismo post-democrático y ejecutivo.

Tampoco oculta que dicha dinámica depende del poder transnacional de los ciudadanos y pueblos de Europa.Hasta ahora secuestrado por sus élites políticas:

"ellas ya no están preparadas para una situación en que las fronteras establecidas se han desplazado, y que no puede ser dominada por los mecanismos administrativos establecidos y la encuestas de opinión, sino que en su lugar exige un nuevo modo de política capaz de transformas las mentalidades"

El último libro (Una respuesta) es una detallada fundamentación de la propuesta divulgativa (de formación de opinión) realizada en el mes de agosto y que, a diferencia de otras noticias, no ha perdido actualidad.Responde a una dinámica todavía no agotada, pero peligrosamente más inclinada cada día que pasa a la post-democracia:

"La escalada de la crisis pone de manifiesto que los enfoques que hasta el momento se han ensayado para solucionarla han sido insuficientes. Por tanto, hay que temer que la Unión Monetaria, sin un cambio fundamental de estrategia, no sobrevivirá largo tiempo en su forma actual. El punto de partida para un replanteamiento conceptual es un diagnóstico claro de las causas de la crisis. El Gobierno alemán parece partir de que los problemas, en lo esencial, han sido causados por una deficiente disciplina fiscal en el plano nacional y que hay que buscar la solución, en primera instancia, en una política consecuente de ahorro de cada uno de los países. Institucionalmente, este enfoque debe asegurarse mediante normas fiscales más estrictas y, de forma complementaria, a través de unos paraguas de rescate limitados y sujetos a condiciones, que obliguen a los países afectados a una drástica política de austeridad.

De hecho, esta política debilita la capacidad económica e incrementa el desempleo. Hasta ahora, los países con problemas —pese a una política de ahorro extraordinariamente estricta en una comparación internacional y a múltiples reformas estructurales— no han conseguido limitar a un nivel tolerable sus costes de refinanciación. Los desarrollos de los últimos meses, por tanto, apuntan a que el diagnóstico y la terapia del Gobierno alemán fueron excesivamente unidimensionales desde el principio. La crisis no es atribuible en exclusiva a que los países hayan actuado de forma equivocada, sino, en gran medida, a problemas sistémicos. Y estos no pueden solucionarse mediante esfuerzos en el plano nacional; requieren una respuesta sistémica.

El agravamiento de la crisis demuestra que la estrategia impuesta por el Gobierno alemán es equivocada.

(...)

 La alternativa

Solo hay dos estrategias coherentes en sí mismas para solucionar la crisis actual: el retorno a las monedas nacionales en toda la UE, que expondría a cada uno de los países a las oscilaciones imprevisibles de unos mercados de divisas altamente especulativos, o el afianzamiento institucional de una política fiscal, económica y social común en la zona euro, con el objetivo ulterior de recuperar la perdida capacidad de acción de la política frente a los imperativos de los mercados en el plano transnacional. De una perspectiva que trascienda la crisis actual depende también la promesa de una “Europa social”. Porque solo un núcleo europeo políticamente unido tiene la posibilidad de revertir el proceso, ya avanzado, de transformación de una democracia social y estatal de ciudadanos en una fachada de democracia sometida a los mercados. Aunque solo fuera por el engarce en esta perspectiva más amplia, ha de preferirse la segunda opción.

(...)

Mientras los Gobiernos no digan a las claras qué es lo que, de hecho, están haciendo, seguirán vaciando aún más los débiles fundamentos democráticos de la Unión Europea. El grito de batalla de la lucha por la independencia de EE UU (“no taxation without representation” [ningún impuesto sin representación) encuentra hoy una inesperada lectura: tan pronto como creemos en la Eurozona el espacio para políticas con efectos redistributivos que trasciendan las fronteras nacionales, deberá haber también un legislador europeo que represente a los ciudadanos (directamente por encima del Parlamento Europeo e indirectamente sobre el Consejo) y que pueda decidir respecto a esas políticas. De otro modo conculcamos el principio de que el legislador que debe decidir sobre la distribución de los presupuestos estatales sea idéntico al legislador democráticamente elegido que recaude los impuestos que nutren esos presupuestos.


Llegados a este punto, Alemania debe tomar la iniciativa de decidir la convocatoria de una asamblea constituyente:

(...)

 Los mercados no pueden ser ahora aplacados con constructos complicados y poco transparentes mientras los Gobiernos aceptan en silencio que se eche sobre sus pueblos un poder ejecutivo emancipado. Llegados a este punto, los propios pueblos deben tomar la palabra. La República Federal Alemana, como representante del mayor “país donante” en el Consejo, debe tomar la iniciativa para que se decida convocar una asamblea constituyente. Solo por esta vía podría superarse el inevitable desfase temporal entre las medidas económicas a tomar con carácter inmediato, imprescindibles, pero revocables, y la legitimación que, llegado el caso, debería recobrarse. Si los referendos tuvieran un resultado positivo, las naciones de Europa podrían recuperar, en un plano europeo, la soberanía que “los mercados” hace tiempo que les han robado.


La estrategia de modificación de los Tratados apunta a la fundación de una zona monetaria políticamente unificada que constituya el núcleo europeo, abierta al acceso de otros países de la UE, en especial a Polonia. Esto requiere claras ideas político-constitucionales acerca de cómo debe ser una democracia supranacional que permita un Gobierno común sin adoptar la forma de un Estado federal. El Estado federal es un modelo erróneo y excede el grado de solidaridad admisible por pueblos europeos históricamente independientes. La profundización, hoy necesaria, de las instituciones podría ser regida por la idea de que un núcleo europeo democrático ha de representar a la totalidad de los ciudadanos de los Estados miembros de la Unión Monetaria Europea, pero a cada uno de ellos en su doble cualidad de ciudadano directamente participante de la Unión reformada, por un lado, y, por otro, como miembro indirectamente participante de una de las naciones europeas participantes.

(...)

En el mundo poscolonial, el papel de Europa no solo ha cambiado en lo que respecta a la cuestionable reputación de las antiguas potencias imperiales, por no hablar del Holocausto. También las proyecciones estadísticas auguran a Europa el destino de un continente de población menguante, peso económico decreciente e importancia política en disminución. Las poblaciones europeas deben aprender que, en este momento, solo de forma conjunta pueden afirmar su modelo de sociedad apoyado en un Estado social y la diversidad de Estados nacionales de sus culturas. Deben aunar sus fuerzas si quieren seguir siendo influyentes en la agenda de la política mundial y en la solución de los problemas globales. La renuncia a la unificación europea sería una despedida de la historia mundial."

(fragmentos del Artículo publicado originalmente en el Frankfurter Allgemeine Zeitung el 4 de agosto.
Traducción: Jesús Alborés Rey




Book - Jurgen Habermas - The Crisis of the European Union: A Response