EL IMPUESTO MUNDIAL SOBRE EL CARBONO Y
Hoy existe un consenso no unánime pero sí mayoritario entre la comunidad científica acerca de lo siguiente: las emisiones globales de CO2 deberían reducirse un 50% en el año 2050 y un 80% en el año 2100.
Dichas reducciones serían necesarias para limitar el efecto invernadero de las emisiones a un incremento de la temperatura de 2º C (con una probabilidad del 50%).
Meinshaussen et al. han calculado el “presupuesto” acumulativo de emisiones compatible con dicha limitación de aumento de temperatura en 1203 GT CO2 ó 327,79 GT C-para el período 2010-2050- .
Usando la fórmula conocida como “Identidad de Kaya” y los datos asociados es posible conocer las “restricciones” que un escenario de reducción obligatorio impondría sobre la actividad económica.
La “Identidad de Kaya” es la siguiente :
C (emisiones)= GWP (Producto Bruto Mundial) x (C/GWP)
El cambio temporal de dicha igualdad es el siguiente:
% ∆ C=% ∆ GWP + % ∆ (C/GWP); donde % ∆ es la tasa promedio de cambio.
La tasa histórica de reducción en la intensidad de carbono del output ha sido aproximadamente del 1,3%.Si el crecimiento del GWP tuviera lugar al 3%, la tasa de reducción anual de la intensidad de carbono debería ser del – 4,3%.
Dicho de forma aproximada de otra manera. La política de reducción de emisiones necesaria para alcanzar el objetivo exigiría:
1) Que la intensidad de carbono de la energía utilizada se hubiera reducido en 2/3 comparada con la existente en 2000.
2) Que la energía libre de emisiones de carbono en 2100 fuera 2,5 veces mayor que la energía total consumida en 2000.
O, todavía de otra forma, para alcanzar la senda de estabilización del clima vinculada a la reducción de emisiones sería necesario que:
1) Al menos la mitad de energía usada en 2050 estuviera libre de emisiones de carbono (lo que representa 6 veces la cantidad actual)
2) Casi la totalidad de le energía utilizada en 2100 estuviera libre de emisiones de carbono.
Estos objetivos tan exigentes, ¿son siquiera posibles en un escenario sin cambios tecnológicos radicales en la infraestructura y el sistema energético?.
Según Galiana y Green, este desafío tecnológico no tiene parangón en términos históricos: el desafío de investigación, desarrollo, prueba y despliegue de un sistema energético completamente nuevo a escala mundial.
Como tal desafío admite cuatro enfoques alternativos que se comentan después.
Los daños asociados al calentamiento pueden dividirse en evitables e inevitables: los inevitables incluye los vinculados con un incremento en los niveles de CO2 hasta 400 ppm. Los asociados a un incremento por encima de 400 ppm se asume que son evitables. El nivel actual está en 386 ppm de CO2 y el nivel preindustrial en 275 ppm.
Los daños asociados al incremento citado se han estimado en el 1% del GWP. Galiana y Green proponen un daño estimado para incrementos superiores a 400 ppm del 1,8% del GWP.
Las cuatro alternativas serían:
1) No hacer nada dirigido a reducir las emisiones de CO2.
2) Establecer reducciones de las emisiones mundiales mediante limitaciones a la industria asociadas a mecanismos de comercio de los derechos de emisión concedidos (“cap and trade”).Es el sistema seguido por Kyoto y el European Trading Scheme.
3) Establecer un Impuesto mundial sobre el Carbono con objeto de que exista un precio del mismo vinculado a sus daños asociados.
4) Crear un programa mundial de investigación y desarrollo vinculado a las tecnologías todavía no existentes pero necesarias para poder “descarbonificar” la energía. La financiación de este programa se haría con un Impuesto mundial sobre el carbono inicialmente reducido (5 dólares por tonelada equivalente de CO2) que se duplicaría cada 10 ó 15 años y constituiría en el futuro no inmediato un “precio señal futuro” que generaría incentivos para utilizar las nuevas tecnologías, una vez que estén disponibles, como medios efectivos, escalables y competitivos.
Galiana y Green proponen esta última alternativa comparando, en términos de coste/beneficio, la misma con la alternativa consistente en una pura reducción forzada (“brute force”) de las emisiones.
En su alternativa proponen una política de investigación y desarrollo consistente en destinar 100.000 millones de dólares anuales hasta el
Los resultados de su análisis de coste/beneficio arrojan ratios favorables a la alternativa basada en la tecnología y el Impuesto al Carbono de 12,4 veces durante el periodo 2010-2100.
El énfasis del trabajo de Galiana y Green es que la envergadura de los desafíos tecnológicos exige un programa continuado a nivel mundial de investigación y desarrollo financiado con un Impuesto sobre el Carbono y que necesitaría mecanismos especiales que evitaran las decisiones sobre los programas de investigación en manos de los políticos sujetos a ciclos de reelección cortos y a grupos de presión.
Este sistema institucional, también inédito, plantea problemas especiales vinculados a la exigencia de responsabilidad pública por decisiones colectivas y a la coordinación.
Ellos, sin embargo, consideran que un Impuesto sobre el Carbono, por sí solo, no proporcionará los incentivos necesarios a largo plazo para que la iniciativa privada desarrolle la investigación y desarrollo vinculado a las nuevas tecnologías de energía libre de carbono.
El trabajo de Galiana y Green ha sido comentado por Lomborg.
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