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Monday, July 1, 2019

AGON: LIBERTY, INDIVIDUALS AND RIGHTS




Si la vida carece de valor, todas las cosas que la nutren tampoco lo tienen. Supón que tienes una pequeña librería con cuadros para adornar las paredes, y un jardín alrededor, y que contemplas propósitos científicos y literarios, etc, y que de repente descubres que tu vida, con todos sus contenidos, está situada en el infierno, y que la justicia de la paz es uno de los ángeles diabólicos con pezuñas y rabo ¿No pierden estas cosas súbitamente su valor a tus ojos? Ningún hombre prudente construirá una casa de piedra en estas circunstancias, o se comprometerá en una empresa pacífica cuyo logro requiere tiempo. El arte es largo como siempre, pero la vida es más breve y menos idónea para los propósitos verdaderos. Hemos agotado el tiempo de nuestros antepasados. Hemos agotado toda nuestra libertad heredada, como el pollo el albumen en el huevo. Si queremos salvar nuestras vidas debemos luchar por ellas. El descubrimiento es del tipo de hombre que son tus conciudadanos. Prestos adoran el Dinero y en el séptimo día invocan a Dios con fanfarrias de un extremo a otro de la Unión. Ellos son en su mayor parte herramientas, y en la mínima hombres.

HDT
Diario 16 de junio de 1854

(Traducción Guillermo Ruiz, primera vez aquí el 10 de junio de 2006))



Los procedimientos ideológicos de la izquierda y de la derecha-las contrarrevoluciones de la revolución constitucional americana-se han mostrado funestos para confianza en la democracia y, en consecuencia, para el desarrollo de las condiciones que Nietzsche (siguiendo a su Erzieher, el “americano” Emerson) ponía para que apareciera la filosofía: que los hombres aprendieran a leer y escribir. ¿Qué texto nos han dejado las revoluciones francesa y rusa para que aprendamos a leer y escribir equivalente a la Constitución americana, a los verdaderos mitos fundacionales expresados en la Declaración de Independencia, en Walden o en el Discurso de Gettisburg? ¿Son los grandes maestros, Jefferson, Thoreau o Lincoln, de derechas?

(Antonio Lastra; ¿Qué significa la constitución  americana? Una nota al pie de dos páginas de Gustavo Bueno. Filosofía y Cuerpo. Debates en torno al pensamiento de Gustavo Bueno. Ediciones Libertarias, 2005, págs 203-209)

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Queda por tratar la cuestión de qué puede aportar a la paz la persona singular. Es una cuestión tanto más urgente cuanto que hoy en día la persona singular fácilmente infravalora el rango que se le ha otorgado.

La furia de los elementos le hace dudar de su fuerza; ante el gigantesco incendio deja caer los brazos con desánimo. Al renunciar a la voluntad la persona singular queda desvalida y con ello se somete al miedo y a esos poderosos demonios cuyo poder se basa en el juego de contrarios del odio y el terror. Esos demonios están pensando en convertir al ser humano en uno de sus instrumentos e incluso aguardan de él una especie de exultación salvaje, con la que se despoje de su responsabilidad. Con ello el ser humano se coloca en una situación en la que ya no sabe distinguir lo justo de lo injusto y él mismo se transforma en una pelota con la que juegan las pasiones.

Frente a ello hay que decir que la responsabilidad de la persona singular es enorme y que nadie puede exonerarla de ella. El mundo tendrá que comparecer ante el tribunal de la persona singular, ella es el juez de las acciones justas y de las injustas.

Además, hoy en día la persona singular es capaz de hacer más bien que nunca. El mundo está repleto de violencia, lleno de perseguidos, de prisioneros, de gentes que sufren. Qué fácil resulta aquí consolar, aliviar, proteger, y qué pocos medios se necesitan para ello. Aun el hombre más sencillo tiene ocasión de hacer esas cosas y el mérito crece en proporción a la competencia de mando de que disponga en el puesto en que se encuentre. El poder auténtico se reconoce en la protección que dispensa.

La persona singular ha de entender ante todo que la paz no podrá brotar del cansancio. También el miedo contribuye a la guerra y a la prolongación de la guerra. Sólo así se explica que la segunda guerra mundial estallase en un plazo tan breve. Para que haya paz no basta con no querer la guerra. La paz auténtica supone coraje, un coraje superior al que se necesita en la guerra; es una expresión de trabajo espiritual, de poder espiritual. Y ese poder lo adquirimos cuando sabemos apagar dentro de nosotros el fuego rojo que allí arde y desprendernos, empezando por las cosas propias, del odio y de la división que el odio trae consigo.

La persona singular se parece así a la luz, que al encenderse, vence en su parte a la oscuridad. Una luz pequeña es más grande, más imperiosa, que muchísima oscuridad.

Esto rige también para los hombres que necesariamente caerán. Avanzan en buen estado hacia la eternidad. Pues la auténtica lucha en que nos hallamos empeñados se libra de un modo cada vez más claro entre los poderes de la aniquilación y los poderes de la vida. En esta lucha los guerreros justos se alinean hombro con hombro, como hacia antaño la vieja caballería.

La paz será duradera si ello llega a expresarse.

(Ernst Jünger, La paz.Tusquets,1996, págs 53-54)

Me inclino ante los caídos

(…)

Entonces, cunado nos apretujábamos en los conos abiertos en el suelo por los proyectiles, aún creíamos que el ser humano es más fuerte que el material. Eso se ha revelado como un error.

(…)

Me acuerdo sobre todo de dos de esas agresiones al equilibrio interior. El primer susto lo compartí con muchas otras personas-me sobrecogió cuando en el verano de 1945 oí la noticia de Hiroshima 

(…)

Un nuevo susto ha sido para mí el enterarme hace poco de que unos cerebros técnicos han logrado construir unos autómatas que juegan al ajedrez y a los que pronto no podrán hacer frente ni siquiera los mejores jugadores.

Casi a diario oímos hablar de un avance en la reducción de la realidad a cifras, en su numerización-nos enteramos de un nuevo movimiento realizado en el marco del ataque que amenaza con darnos jaque mate a todos. Lo que aquí está en cuestión es el reino de los juegos, la libertad espiritual, ante todo la del artista y la fuerza creadora de éste.

(…)

Adversaire, si lo ordenan las circunstancias, pero no ennemi. Agon, pero no polemos.

Los humanos aprendemos poco de la historia-de lo contrario se nos habría ahorrado también, entre otras muchas cosas, la segunda guerra mundial. De todos modos parece que ahora en nuestro caso se ha logrado un modelo.

Si pensamos en los conflictos que hoy nos agobian, la cuestión es la siguiente: ¿no deberíamos empezar, ahora de manera planetaria, por el lugar al que nos han llevado tantos rodeos, tantos sacrificios?

( Ernst Jünger, Alocución en Verdún el 24 de junio de 1979.Tusquets 1996, págs 221-225)