“Con la deuda pública surgió un sistema de crédito internacional que a menudo oculta una de las fuentes de acumulación primitiva en tal o cual país.Así, las infamias del sistema de rapiña veneciano constituyeron una de las bases secretas de la riqueza capitalista de Holanda, a la que Venecia prestó en su decadencia grandes sumas de dinero.Lo mismo sucedió con Holanda e Inglaterra.A principios del siglo XVIII […] Holanda había dejado de ser el país industrial y comercial dominante.Uno de sus principales negocios [se convirtió] en el préstamo de enormes cantidades de capital, especialmente a su gran rival Inglaterra.Lo mismo está sucediendo hoy día entre Inglaterra y Estados Unidos”
Giovanni Arrighi es profesor en
“Adam Smith en Pekín” pretende ser, como indica su subtítulo, un libro sobre “los orígenes y fundamentos económicos del siglo XXI”.
El libro aborda la “gran divergencia” histórica y económica de Oriente y Occidente desde los orígenes y consolidación de la revolución industrial capitalista hasta su clausura en el relativamente reciente resurgimiento económico de China y los paises emergentes de Asia.
Como obra de historia económica y de economía histórica pretende proporcionar no solo una explicación de las diferentes fases del capitalismo y del desplazamiento de los sucesivos “centros” de la economía-mundo, sino también las líneas de tendencia del desplazamiento en curso, coincidente con la crisis de hegemonía económica, social, política y militar de los Estados Unidos de América.
Arrighi analiza profusamente esas crisis “señal”, que vincula, estrechamente, no solo a sus causaS económicas sino a las derrotas militares en Vietnam e Irak, así como al “Proyecto para un Nuevo Siglo Americano” de Bush (hijo).Con visión certera, el autor lo da por cancelado históricamente antes de la derrota “republicana” y de la elección de Obama como nuevo Presidente.
Lo más interesante del libro en el momento actual es la vinculación de la crisis económica –todavía no detonada cuando el libro se entregó a la imprenta (Marzo de 2007)- al desplazamiento del centro de la economía-mundo a China y Asia y a la financiación del déficit exterior y fiscal de Estados Unidos por China y otros paises con enormes reservas de dólares.Se reproduce así –aunque de forma invertida-, el patrón histórico menciondo por Marx en relación con la deuda pública de los sucesivos centros de la economía capitalista.
Sobre este diagnóstico, fundado en evidencias exhaustivas, parece que no hay grandes diferencias entre los economistas e historiadoes mejor informados.Sí las hay, sin embargo, frente a los “economistas y políticos ahistoricistas”,que ni siquiera han detectado la crisis de enormes proporciones que se estaba gestando y que incluso la han negado repetidamente una vez desencadenada.
La crisis financiera internacional actual se incribe, sin dificultades, en el análisis de más largo alcance de Arrighi y plantearía, desde su perspectiva, un interrogante crucial sobre el mantenimiento del “centro financiero internacional” y sobre las posibles líneas de desarrollo posteriores a la “quiebra de Wall Street”.Esta será, sin duda, una de las mayores transformaciones derivadas de la crisis en curso.
En el ámbito político, el multilateralismo parece inevitable, pero la situación arroja enormes incertidumbres sobre las vías de resolución de la crisis de hegemonía, considerando que el anterior desplazamiento histórico del centro de la economía-mundo de Gran Bretaña a Estados Unidos solo tuvo lugar después de dos guerras mundiales.China no parece, según Arrighi, interesada en ninguna confrontación, pero los equilibrios mundiales son y serán sumamente precarios, y los conflictos bélicos no pueden excluirse.
Por lo que se refiere a Europa y España, necesitan con urgencia replanteamientos estratégicos inaplazabes sobre múltiples cuestiones.Para empezar por la economía, si España necesita 100.000 millones de dólares anuales para financiar su déficit exterior, parece evidente que su proyecto económico, político y social debe ser capaz de convencer a los financiadores internacionales-y/o internos- sobre su “sosteniblidad” a largo plazo.
Nuestar crisis, gestada a lo largo de muchos años, afecta no solo a la economía, sino a la sociedad y a la política, y es también una crisis constitucional del régimen de 1978.Este muestra síntomas inequívocos de un agotamiento profundo, tanto como poder constituido como en relación con sus fuerzas constituyentes.
No cabe dar paso alguno en una dirección no equivocada si, como sucede, los actores y dirigentes ignoran la realidad internacional, solo pretenden conquistar y mantener parcelas de un poder en crisis permanente y consideran la política como un ejercicio de autoperpetuación de grupo no limitado ni por la presiones del medio internacional, ni por la necesidad de dar el uso más eficiente y menos injusto a los cada vez más escasos recursos públicos.
Se trata de cosa simples, como la de la superevivencia colectiva de los países.Este es un aspecto no considerado explícitamente por Arrighi: cada vez es más difícil ejercer positivamente el poder en el ámbito de los Estados-Nación cuando estos empeoran continuamente su posición relativa en el sistema mundo capitalista.Las crisis de entreguerras también son el antecedente histórico pertinente.Los Estados –Nación pueden “quebrar” y desaparecer o degenerar hacia formas dictatoriales.Las ideologías pueden negar este problema, disimularlo o utilizarlo en provecho propio, pero no evitarlo en beneficio de las mayorías socialmente productivas.A este espectáculo asistimos, dolorosamente, casi todos los días.