(Capítulo 12 de "La riqueza de las redes" de Yochai Benkler (Continuación de la traducción))
"Los conceptos de cultura y sociedad ocupan en la teoría liberal unas posiciones más débiles que las de autonomía y democracia. En consecuencia, trazar los efectos en estos dominios de las sociedades liberales de los cambios en la producción e intercambio de información es más complejo. Por lo que se refiere a la cultura, lo mínimo que puede decirse es que el entorno de información en red está haciendo la cultura más transparente. Todos “ocupamos” cultura; nuestras percepciones, visiones y estructuras de comprensión están siempre mediadas por la cultura. E incluso así, en cuanto a esta circunstancia, hay grados de mejor o menor opacidad para nosotros como habitantes de la cultura.
En el entorno de información en red, en la medida en que los individuos y grupos usan su nueva autonomía para comprometerse en la expresión personal y colectiva a través de las formas culturales en circulación, estas formas se hacen más transparentes, tanto por la práctica como por el examen crítico. La televisión de masas fomentó el consumo pasivo de bienes culturales terminados.
La emergencia de lo que podría ser considerado una nueva y vigorosa cultura popular –creada por y entre individuos y grupos más que por profesionales para el consumo pasivo- proporciona tanto un conjunto más amplio de formas culturales y prácticas como una más educada y entrenada comunidad de “productores” de cultura. Desde la perspectiva de la teoría liberal de que la cultura estructura el sentido, los valores personales y las concepciones políticas, la emergencia de un sistema de producción cultural más transparente y significativo es una clara mejora sobre la cultura masiva, comercial y profesional, del siglo XX.
En el dominio de las relaciones sociales, el grado de autonomía y de vínculos difusos que Internet hace posible, que juega un importante papel entre ganancias de autonomía, democracia y cultura crítica, ha suscitado dudas sobe cómo el entorno en red contribuye a una erosión todavía mejor de la comunidad y la solidaridad.
Como sucede con la objeción de Babel, sin embargo, parece que no estamos usando Internet para fragmentar todavía más nuestras vidas. Internet está comenzando a reemplazar los medios remotos del siglo XX , el teléfono y la televisión. Los nuevos patrones de uso que observamos como resultado de este desplazamiento sugieren que muchos usos desde red se centran en la preservación y profundización de vínculos reales ya existentes, así como también en la edición de nuevas relaciones on-line. Parte del tiempo que se usaba para la recepción televisiva pasiva de bienes estandarizados se orienta ahora a la comunicación y producción con otros, tanto en relaciones sociales estrechas como difusas. Sobre todo, la experiencia del trato con otros, incluyendo los extranjeros, como socios de una potencial colaboración contribuye a reforzar el sentido de los vínculos sociales posibles más allá de la condición común de consumidores de productos estandarizados.
La producción entre iguales puede proporcionar un territorio de una razonablemente sólida vinculación con los otros.
Las nuevas posibilidades para la producción de información y conocimiento, para la innovación y la comunicación que son el núcleo de las ganancias de libertad en las sociedades liberales, también sostienen los avances que, sugiero, son posibles en términos de justicia y desarrollo humano. Desde la perspectiva de una concepción liberal de la justicia, una cantidad mayor de los requisitos básicos de la riqueza humana y de los medios necesarios para ser un individuo productivo y autónomo está disponible al margen del mercado y, por ello, protege el acceso a estos requisitos y medios de la influencia de la distribución previa de la riqueza económica. Desde una perspectiva más sustantiva, la información y la innovación son componentes centrales de todos los expertos de un sentido del desarrollo humano. La información e innovación son indispensables para la salud –en la producción y uso de alimentos y medicinas. Son indispensables para el aprendizaje y el desarrollo del conocimiento y las necesidades individuales que hacen la vida más rica. Y son también indispensables y han sido conocidas como necesarias en los últimos 50 años, para el crecimiento del bienestar material.
A lo largo de estas tres dimensiones, la emergencia de un sector sustancial de producción no orientada al mercado, que no esté basado en la exclusividad y que no requiera la exclusión para su propia autoalimentación, contribuye el desarrollo humano global. La misma característica económica que de hace los derechos exclusivos sobre la información una herramienta que impone barreras a su acceso en las economías avanzadas, hace de estos derechos una forma de impuesto sobre aquéllos que llegan tarde al cambio tecnológico. Los países más pobres y con renta media no carecen de creatividad humana, sino de acceso a las herramientas básicas de la innovación. El coste de los requisitos materiales de la innovación y producción de información declina rápidamente en muchos ámbitos, pues mucho más puede hacerse con ordenadores y sistemas más baratos. Sin embargo, los derechos exclusivos sobre las herramientas de información y los recursos informativos constituyen una barrera significativa a la innovación; la educación y el uso de herramientas y bienes informativos en los países con rentas bajas y medias. En la medida en que nuevas estrategias de producción de información y conocimiento hacen libremente disponibles sus productos por el uso y la innovación continua por cualquiera en cualquier lugar, la economía de información en red puede comenzar su contribución a las mejoras significativas en el desarrollo humano. El software libre y los estándares libres y abiertos de Internet ya están jugando este papel en el sector de las tecnologías de la información. Estamos comenzando a ver cómo toman forma también en la publicación académica, la información, y los materiales educativos, como las enciclopedias multilingües en todo el mundo.
Con carácter más tentativo, comenzamos a observar la emergencia de modelos abiertos de innovación basada en fines comunes y la producción entre iguales en las áreas de la investigación agrícola y la innovación biológica, así como también, con menos fuerza, en el ámbito de la investigación biomédica. Se trata de ejemplos incipientes de lo que puede lograr la economía de la información en red, y cómo puede contribuir, incluso limitadamente, a mejorar la capacidad de la gente en todo el mundo para vivir una vida más larga y saludable, cultivada y materialmente adecuada.
Si la economía de la información en red es efectivamente un significativo punto de inflexión de las sociedades modernas a lo largo de estas dimensiones, ello es así porque altera el dominio de la producción privada orientada al mercado en la esfera de la producción de conocimiento, información y cultura. Esta alteración es incontrovertible. Producirá una significativa redistribución de la riqueza y el poder desde los modelos previamente dominantes de firmas y modelos de negocio a una mezcla de individuos, y grupos sociales, de un lado, y de otro, a cambios en los modelos de negocios de las empresas para beneficiarse de las nuevas relaciones sociales productivas, así como para producir herramientas y plataformas para dichas relaciones.
Como cuestión práctica, los mayores cambios sociales y económicos aquí descritos no se encuentran determinísticamente predeterminados por la lógica interna del progreso tecnológico. En su lugar, lo que vemos es que el estado de la tecnología de computación, almacenamiento y difusión, ha creado unas condiciones tecnológicas que posibilitan un significativo reposicionamiento del sistema de información e intercambio de información.
La actual estructura de los mercados, tecnologías y prácticas sociales, que han sido desestabilizados por la introducción de las redes de comunicación, es ahora el territorio de una batalla institucional difusa a gran escala.
Presenciamos detalles significativos sobre la organización y posibilidades legales de los componentes físicos del entorno digital en red.
¿Todas las infraestructuras, de banda ancha serán de propiedad privada? ¿Si la respuesta fuera afirmativa, qué margen de control tendrán los propietarios para preferir la difusión de unos mensajes a otros?.¿Permitiremos, al contrario, la emergencia de redes inalámbricas como infraestructura de primer y último recurso, de titularidad de los usuarios y no controlada por nadie?.
Las presiones para una propiedad con más facultades en la infraestructura “cableada” así como la pretensión de Hollywood y la industria discográfica de que los dispositivos electrónicos puedan cumplir automáticamente con estándares de exclusividad están dirigiendo el diseño técnico y organizativo hacia un entorno cerrado que sería mejor “conductor” de las estrategias basadas en la propiedad.
Las redes inalámbrica abiertas y los actuales modelos de negocio de las grandes compañías fabricantes de los dispositivos –especialmente de los ordenadores personales-que usan estándares abiertos presionan en la dirección contraria. Las compañías fabricantes de equipos para el usuario final están principalmente centradas en hacer que sus productos sean lo más valiosos posibles para sus usuarios y por ello se orientan a ofrecer plataformas con fines generales, que puedan ser utilizados por sus propietarios como éstos deseen.
Por ello, son igualmente idóneos tanto para conductas orientadas al mercado como para aquellas dirigidas a la sociedad, tanto para el consumo privado como para el intercambio productivo.
Por ello, son igualmente idóneos tanto para conductas orientadas al mercado como para aquellas dirigidas a la sociedad, tanto para el consumo privado como para el intercambio productivo.
En la capa lógica de la red (logic layer), la ética de los estándares abiertos en la comunidad técnica, la emergencia del movimiento de software libre y su pariente apolítico, las prácticas de desarrollo de fuente-abierta, por un lado y las tendencias antiautoritarias latentes en la puesta a prueba de la encriptación y algunas de las tecnologías de producción entre iguales, por otro, están presionando hacia una capa lógica abierta y de uso disponible para todos . Los esfuerzos de las industrias de contenidos para controlar Internet –especialmente, la ley de la propiedad Intelectual para el segundo milenio (DMCA) y el dominio de Microsoft sobre los programas de ordenador, y la voluntad de tribunales y legisladores de impedir tecnologías disruptivas de los derechos de propiedad intelectual incluso cuando tengan beneficios significativos para usuarios que no tienen interés alguno en copiar la última canción para no pagar por el CD -son las principales fuentes de restricción institucional sobre la libertad para usar los recursos “lógicos” necesarios para la comunicación en red.
En la capa de los contenidos –el universo de la información, el conocimiento y la cultura existente- presenciamos una tendencia sistemática en la ley, pero también una creciente contratendencia en la sociedad. En la Ley, presenciaremos un reforzamiento de los controles de que disponen los titulares de los derechos exclusivos. Los derechos de propiedad intelectual son más largos, se aplican a más usos, y se interpretan como si alcanzaran cualquier rincón de uso valioso. Las marcas son más fuertes y agresivas. Las patentes se han extendido a nuevos ámbitos y cuentan con más eficacia.
Todos estos cambios están orientando el entorno institucional en perjuicio de los modelos de negocio y prácticas productivas que se basan en la propiedad exclusiva.; son perseguidos por las empresas que obtienen enormes rentas si estas leyes se expanden, observan y hacen ejecutar. Las tendencia sociales en los años pasados presionan en la dirección opuesta.
Estas son precisamente las tendencias de la economía de información en red. La producción no orientada al mercado, la ética del intercambio creciente, y una creciente ambición de participar en comunidades de práctica que producen grandes cantidades de información, conocimiento y cultura para el uso libre, el intercambio y la creación subsiguiente por otros.
Las presiones políticas y judiciales para definir una ecología institucional decididamente inclinada a favor de los modelos de negocio privados están dando lugar a las prácticas sociales descritas en este libro. Para florecer, una economía de información en red rica en prácticas sociales de producción requiere una infraestructura común como núcleo y un conjunto de recursos necesarios para la producción e intercambio de información abierta a todos. Ello requiere recursos físicos, lógicos y de contenidos desde los que producir la nueva información, codificarla para su comunicación, y enviarla y recibirla. En el momento actual, estos recursos están disponibles a través de una mezcla de fuentes legales e ilegales, planeadas y espontáneas. Algunos aspectos derivan de las trayectorias de muy diversas industrias que han operado bajo entornos regulatorios muy diferentes: telecomunicaciones, ordenadores personales, software, conectividad a Internet, medios de información públicos y privados y publicaciones culturales. Algunos proceden de la adopción más o menos extendida de prácticas ilegales o de dudosa legalidad. El intercambio de ficheros en redes “peer-to-peer” incluye muchos usos de prácticas directamente ilegales llevadas a cabo por millones de usuarios de Internet. Pero los simples usos de citas, “clips” y prácticas creativas de mezcla que pueden o no estar amparadas en la categoría menguante del “uso permitido” (fair use) están también incentivando el bombeo de la producción no orientada al mercado. Al mismo tiempo, somos testigos de una más autoconsciente adopción de prácticas de producción e intercambio de información basadas en un modelo de bienes comunes. El software libre, las licencias Creative Commons, la Librería Pública de la Ciencia, las nuevas guías de los Institutos Nacionales de Salud sobre la libre publicación de investigaciones, las nuevas prácticas de archivo abierto, los movimientos de bibliotecarios y muchas otras comunidades de práctica están desarrollando lo que fue un acontecimiento contingente como un movimiento social finalisticamente orientado. En la medida en que el territorio de la información y cultura existentes sea ocupado por información y cultura producida por estos movimientos de intercambio libre, y licenciado con el modelo de los técnicas de licencias abiertas, el problema del conflicto con el territorio basado en la propiedad remitirá. Los materiales del siglo XX continuarán siendo un punto de choque, pero un suficiente porcentaje de materiales del siglo XX parece que serán accesibles de fuentes dispuestas al intercambio con usuarios y creadores futuros Si esta tendencia social continúa en el tiempo, el acceso a los recursos de contenidos ofrecerán una barrera incluso más baja a la producción no orientada al mercado.
La relación de la ecología institucional con la práctica social es compleja. Es difícil predecir en este momento si un esfuerzo superior y exitoso de los productores industriales de la economía de la información tendrá éxito en inclinar todavía más las instituciones en beneficio de la producción privada. Hay en la actualidad un movimiento más significativo que el que existió en los años 90 en los Estados Unidos, en Europa y en el resto del mundo y que está resistiendo los esfuerzos para un cerramiento (enclosure) mayor del entorno informativo.
Este movimiento social está obteniendo el apoyo de grandes y rentables empresas que han reorientado sus modelos de negocio para llegar a ser las plataformas, fabricantes de herramientas y proveedores de servicios del sector emergente no orientado al mercado. IBM, Hewlett Packard y Cisco, por ejemplo, podrían defender hombro con hombro con una ONG como Public Knowledge el bloqueo de una legislación que exija a los ordenadores personales ejecutar los estándares admitidos por Hollywood para la protección contra las copias. Cuando Hollywood demandó a Grokster, la compañía de intercambio de ficheros y pidió ante el Tribunal Supremo la extensión de la responsabilidad instrumental de la fabricante de tecnologías utilizadas para infringir los derechos de propiedad intelectual, se encontró enfrentada a las defensas presentadas en apoyo de Grokster por Intel, la Asociación de Consumidores de Electrónica, Verizon, JBC, AT&T, MCI, y Sun Microsystems, además de aquellas otras que procedían de la Fundación para el Software Libre, Federación de Consumidores de América, la Unión de Consumidores y Public Knowledge.
Incluso si las leyes que favorecen el cerramiento se aprueban en una o más jurisdicciones, no es del todo claro que la ley pueda unilateralmente desactivar una tendencia que combina poderosos promotores tecnológicos, sociales y económicos. Hemos sido testigos, incluso en el ámbito de las redes “peer-to-peer”, donde los argumentos de las empresas dominantes del mercado parecen más fuertes y donde su éxito legal ha sido más completo, que parar la tendencia del cambio es difícil –quizás imposible. Los bits son una parte del flujo en el entorno de la información en red, y tratar de legislar contra este hecho para preservar un modelo de negocio que vende colecciones particulares de bits como bienes terminados discretos puede resultar simplemente imposible.
No obstante, las limitaciones legales modelan significativamente los parámetros de lo que las compañías e individuos deciden poner en el mercado y usar.
No es difícil imaginar que, si Napster se hubiera considerado legal, podría contar ahora con un número de usuarios de Internet mayor que el número que actualmente usan redes de intercambio de ficheros. Si los mismos moderados niveles de éxito en el modelado de la conducta pueden ser replicados en ámbitos donde las demandas de los dominantes del mercado son más débiles –como en la protección legal contra los dispositivos que eluden los sistemas anticopia o las limitaciones al uso autorizado-, es una cuestion de más difícil respuesta todavía. El objetivo de una discusión de la ecología constitucional de un entorno en red no es, en ningún caso, la prognosis. Es para proporcionar un marco moral con el que entender las batallas políticas que hemos presenciado en las últimas décadas, y que indudablemente continuarán en la década próxima, por lo que he escrito este libro.
Estamos inmersos en una transformación básica en el modo como percibimos del mundo y actuamos, solos y en colaboración con otros, para modelar nuestro propio entendimiento del mundo en que vivimos y que compartimos con otros. Patrones de práctica social suprimidos hace tiempo como actividades económicas en el contexto de la economía industrial, han emergido de nuevo con mayor importancia que la que han tenido en el último siglo y medio. Con ellas, la posibilidad de ganancias auténticas es el verdadero núcleo de las aspiraciones liberales, tanto en las economías avanzadas como en todo el mundo. El surgimiento de la producción informativa basada en bienes comunes, de individuos y asociaciones con vínculos débiles que producen información en formas no basadas en la propiedad exclusiva, presenta una discontinuidad autentica con la economía de información industrial del siglo XX. Llega con gran promesa y también con gran incertidumbre.
Tenemos indicios tempranos de cómo empresas basadas en el mercado pueden ajustarse a este fenómeno emergente – la adopción por IBM del software abierto, la adopción por Second Life de entretenimiento creado por los usuarios o el desarrollo por el Open Source Tecnnology Group de una plataforma para Slashdot. También hemos visto ejemplos de negocios que han decidido combatir los cambios usando cada estrategia considerada en este libro, y algunos difundiendo ficheros infectados en redes peer-to-peer, que desde luego no están en este libro. La ley y la regulación forman un importante dominio en el cual estas batallas sobre el modelo del sistema emergente de producción de la información se disputan. En la medida en que somos testigos de las mismas; en la medida en que participamos en ellas como individuos que eligen cómo comportarse, qué creer, como ciudadanos, abogados y activistas; en la medida en que actuamos en estas batallas legales como legisladores, jueces o negociadores de tratados es importante que entendamos las implicaciones normativas de lo que estamos haciendo.
Tenemos una oportunidad de cambiar el modo en que creamos e intercambiamos información conocimiento y cultura. Al hacerlo, podemos hacer que el siglo XXI ofrezca a los individuos más autonomía, a los comunidades políticas más democracia y a las sociedades más oportunidades para la autocomprensión y conectividad humana.
Podemos remover algunas de las barreras transaccionales a la oportunidad material y mejorar el estado del desarrollo humano en cualquier lugar. Quizá estos cambios serán la base de una verdadera transformación en sociedades más liberales e igualitarias. Quizá meramente mejoren, en modos bienes definidos, pero menos trascendentales, la vida humana en cada una de estas dimensiones. Esto solamente sería más que suficiente para justificar la adopción de la economía de información en red para cualquiera que valore el bienestar humano, el desarrollo y la libertad."
Traducción de Guillermo Ruiz
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